LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

20 dic 2006

EL BONO… ¿O ABONO? DEMOGRÁFICO
Para las más recientes elecciones federales celebradas en México estuvieron habilitadas para ejercer su derecho al voto-por primera vez- treinta millones de personas. Es decir, treinta millones de jóvenes tuvieron la oportunidad de influir (o empezar a hacerlo) en el derrotero político, social, económico y cultural del país. Cuestión aparte es el hecho de que algunos hayan aprovechado esa oportunidad, mientras que otros la desecharon sin remordimiento alguno.

Esos treinta millones de potenciales primo-votantes, más la circunstancia de que nuestra nación sea considerada un país “joven”, produce como resultado que algunos analistas, académicos y especialistas afirmen que en México existe o se cuenta con el denominado bono demográfico. En otras palabras, dichos estudiosos creen que esa cantidad considerable de jóvenes representa un activo o plus nacional de índole preponderantemente económica. Activo que se podría extender a otros ámbitos o “mundos” de la vida individual y colectiva; entre ellos, el político.

Pero, ¿en verdad se trata de un bono demográfico? o, simplemente, estamos ante la presencia de un abono demográfico. Igualmente es válido preguntar, independientemente de la respuesta que se otorgue al primer cuestionamiento, si ese bono o abono puede aprovecharse en la esfera política de la sociedad.
Las posibles respuestas a ambas interrogantes van de la mano:

En mi opinión, un bono demográfico es, como ya quedó asentado, una realidad o activo actual, que solamente está esperando a ser cambiado (utilizado o aprovechado) por una sociedad, gobierno o Estado determinado. Mientas que un abono demográfico es un “plus” proyectado, un beneficio en desarrollo, un conjunto de recursos humanos en preparación (una realidad en ciernes). Me inclino a juzgar que en México prevale la segunda alternativa.¿Porqué? Por que ya no basta con tener un elevado número de jóvenes-dentro de la población de un país- para asegurar que esa nación alcanzará, en el corto o mediano plazo, su progreso y bienestar. La sólo existencia numerosa de jóvenes no conducirá en automático a una etapa de desarrollo sostenido y sustentable (es más, podría causar los efectos contrarios a ello). Luego entonces, se requiere tanto abundancia cuantitativa como abundancia cualitativa. Por ende, se necesita que esa “fuerza en reposo”-la juventud mexicana- sea adecuadamente alimentada, educada, curada, tratada, protegida, preparada y querida. En caso de no hacerlo, sucederá lo que, desgraciadamente, ya está ocurriendo en diversos estados de la república: suicidios frecuentes de chavas y chavos; aumento de adicciones entre los jóvenes; hartazgo y/o indiferencia sociales de gran magnitud; incremento de la migración juvenil y; acrecentamiento de las bandas de delincuencia organizada conformadas por individuos menores de edad.

Una de las consecuencias negativas de la abonización imperante-la descomunal indiferencia social- me orilla a expresar (aunque generalizar es errar) que la mayor parte de los jóvenes mexicanos no encuentran nada interesante en la política. Ésta no les llama la atención, les aburre, la clasifican como “cosa de grandes” o como asunto “de viejos”. En ella no hallan información, dato o contenido alguno que despierte su curiosidad. Ven a la misma como un refugio de rateros y corruptos. Todos los políticos, en su opinión, son iguales (los “clones de la mordida”). En consecuencia, son pocos los que investigan respecto a la misma y, todavía menos, los que participan en ella de manera gustosa, responsable, libre, informada, creativa y honesta.

¿Debería corregirse lo que se afirma en el párrafo precedente? ¿Deben los jóvenes participar en todos los espacios inherentes a la política? La respuesta “esquizofrénica” es sí y no. Es decir, la respuesta es deben inmiscuirse en la cosa pública, siempre y cuando estén resueltos a hacerlo con principios, convicciones y congruencia. Serán bienvenidos si están decididos a terminar de tajo, o gradualmente, con la prostitución o degradación que han “aportado” muchos políticos “profesionales” a la vida pública o comunitaria de México.
La respuesta es no si optan por repetir los vicios o prácticas nocivas de sus predecesores y/o contemporáneos. Aunque esto último pareciera un intento por coartar los derechos político-electorales de varios ciudadanos; en verdad no lo es; porque estimo que un pueblo no tiene que conformarse únicamente con poseer uno de los más importantes de esos derechos-el de votar-, sino que también se merece poseerlo en su auténtico y máximo alcance: votar por quien quiera, pero dentro de un universo constituido por las mejores mujeres y por los mejores hombres. Aspiración esta última difícil de conseguir si los jóvenes que se incorporan a la política-los nuevos cuadros- se convierten en burdas calcas o “extensiones” de sus maestros políticos y de las prácticas indignas que éstos llevan a cabo. Por lo anterior, me opongo a que continúe el surgimiento y “adiestramiento” de los bebesaurios, de los miniyunques, de los new niños verde (dólar), de los pleonásticos por excelencia (los neo neo-alianciastas),etc.

Deseo fervientemente que la juventud mexicana haga suya, junto con todas sus implicaciones, la respuesta del SÍ. Espero que ese deseo no sea sólo una utopía. Afortunadamente, hay más de una razón que me motiva a no abandonar el citado deseo. Una de ellas es recordar lo que alguna vez mencionó el admirable Salvador Allende:
Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”








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