LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

19 dic 2006

ENTRE EL REÍR Y EL NO LLORAR
(*Escrito en el mes de junio del año 2005)
Déjenme contarles que, recientemente, tuve la oportunidad de volver a ver la película llamada Ocean’s eleven (o "La gran estafa" si utilizamos el título que le otorgaron en varios países de habla hispana). Ahora bien, un diálogo de dicho film me puso a pensar en lo siguiente: ¿Qué es preferible, hacer reír o no hacer llorar a una persona?
Si nos enfocamos en el contexto dentro del cual se da el diálogo aludido -la conversación que sostienen Tess (Julia Roberts) y Danny (George Clooney) al momento de reencontrarse- entonces pensaremos que la pregunta de arriba, en la parte que hace referencia a "una persona", en realidad quiere referirse a la pareja (novio o novia, concubinario o concubina, esposo o esposa, amante, etc.); pero no tenemos por que deducir exclusivamente eso, ya que la pregunta puede también referirse a los amigos o a las amigas o a los parientes ¿no lo creen?

Bueno, bueno, para limitar un poco, las interrogantes serán: ¿Qué prefieres en tu pareja, el que te haga reír o el que no te haga llorar? ¿Qué prefieres para tu pareja en turno, provocarle una risa o evitarle una lágrima?
Es oportuno recordar lo que a continuación he de expresar: se puede carcajear hasta llorar o mucho sonreír para iras o tristezas internas ocultar; puedes llorar por una persona ausente o puedes llorar por la presencia de un desagradable ente; pueden llorar al escuchar tus chistes o reírse simplemente con tus despistes; puedes llorar por lo que ya no existirá o puedes llorar por algo que ya no desaparecerá,etc.

Todavía recuerdo cuando empecé a insinuarle a una de mis novias de la secundaria la posibilidad de que termináramos (por tercera ocasión por cierto. Sí, debo reconocer que la relación con ella llegó a parecer oferta de paquete turístico u hotelero: 4 rompimientos, 3 regresos). Ese hecho tiene relación con el tema que estoy comentando porque en ese momento bastó con que ella comenzara a llorar (en realidad sus ojos apenas se estaban humedeciendo) para que yo dudara de mi decisión o insinuación. Supuestamente yo no daría marcha atrás, pero ese enorme poder de convencimiento que poseen muchas de las mujeres (¡Oh bendita habilidad número mil de ellas!) logró que me retractara unos cuantos días después, provocando carcajadas o risas en aquellos que sabían de mi "firme" decisión. Recordar ese tipo de episodios me provoca risa y, de vez en cuando, unas cuantas "humedecencias oculares" propias de la nostalgia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario