LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

2 may 2009

SOBRE EL 05 DE JULIO III

JAIME HERNÁNDEZ ORTIZ
¿Anular el voto?

En fechas recientes, miembros de diversas organizaciones sociales han estado impulsado la propuesta de convocar a la ciudadanía para que anule su voto en estas próximas elecciones del 5 de julio.

Quienes impulsan esta campaña argumentan que los partidos políticos y sus candidatos están tan desprestigiados que ya no representan más el sentir ciudadano. Señalan, no sin razón, que mucho del poder partidista está corrompido y que no existe ninguna opción democrática ni un partido auténtico. Las tesis, encomiables en otro contexto, pero aún así discutibles, resultan poco adecuadas y útiles para la transformación ciudadana y democrática de nuestras instituciones que tanto la necesitan.

De esta forma, autonombrándose en voceros de esa pequeña masa anónima de eventuales anuladores de su propio voto, proponen darle una nueva “significación política” al voto nulo para tratar de mandar, ingenuamente y sin precisarlo, un mensaje a todos los partidos y la clase política en el poder.

Desde mi punto de vista, aunque es respetable quien en lo particular anule su voto, porque está en su derecho, tal estrategia, vista en su conjunto, formaría parte sin duda de una nueva estrategia de la derecha para manipular las cifras y el comportamiento electoral.

Derechos indiscutibles

Algunas consideraciones: Primero, votar, no votar o anular el voto, forman parte de un ejercicio político personal que en el marco de los derechos civiles se le confieren constitucionalmente a un individuo con mayoría de edad. En esto se encuentra el respeto irrestricto de parte de todos los actores de una sociedad del voto universal, libre y secreto. Este punto es tan indiscutible que no respetarlo costó a nuestro país, hace ya casi cien años, una revolución y millones de muertos.
Una decisión en cualquier sentido, es decir, votar, no votar o anular el voto, constituye entonces una decisión personalísima que es inobjetable y que a nadie se le debe coartar ni inducir; cada quien habrá de decidir en último momento qué hacer o no hacer, antes, durante y después de un proceso electoral.

Segundo, el abstencionismo ha formado parte tanto de nuestra escasa cultura política nacional que a falta de una cartilla de identidad la mayoría de los mexicanos hemos seguido utilizando la credencial de elector para tal fin. Poco o nada han hecho para solucionar este problema de raíz. De ahí la altísima cantidad de mexicanos que acuden a empadronarse y que finalmente no lo hacen para votar. Muchos han cuestionado que contar con una cartilla de identidad se tome como un sucedáneo de interés electoral.

Acudir a las casillas para votar por algún partido político o anular el voto debe ser respetado por todos, especialmente por las instituciones del Estado; tal decisión forma parte de la secrecía y sólo una persona puede decidir qué hará con su voto, no las organizaciones, incluso aquellas cuyos miembros impulsan la anulación del voto.

Tercero, históricamente el voto nulo nunca ha tenido un peso político significativo y es tan poco defendible que por más campaña que se haga no tendrá mayor relevancia o nueva significación política.
En todas las elecciones federales y locales el voto nulo nunca ha rebasado el 2.5 por ciento de la votación total, vote o no todo el padrón electoral.
Incluso en una zona metropolitana como Guadalajara, donde se podría desplegar una campaña más efectiva (y además costosa, pues implicaría también regularla dada la gran cantidad de dinero turbio que pudiera ingresar en otra especie de guerra sucia), el promedio de anulación de votos nunca sería más alta que en el interior del estado.

Voto nulo, útil para la derecha

Llama la atención que algunos de quienes hacen la convocatoria del voto nulo, hasta hace poco eran promotores de hacer una manifestación pública de hartazgo contra los gobiernos de la derecha, en este caso los emanados del PAN. De buenas a primeras y como si lo hubieran acordado con teóricos de este partido, descubren que hay “nuevas significaciones” en anular el voto y deciden reorientar ese hartazgo, pero contra todos los partidos políticos. Aquí cabe preguntar: ¿por qué sólo ver la anulación de un aspecto del amplísimo proceso electoral?, ¿por qué sólo anular el voto y no destruir la credencial de elector, por ejemplo, o desempadronarse si finalmente el aparato del Estado mexicano está hecho a imagen y semejanza de los partidos políticos?, ¿a quién sirve en realidad esta campaña?

Hay que recordar que en el año 2000 el PAN configuró lo que se conoció como el “voto útil”, campaña que fue impulsada por personajes de “izquierda” como Jorge Castañeda y que terminó favoreciendo a ese partido para llegar a la presidencia. Y otro tanto hizo la Otra campaña en el 2006 para que Felipe Calderón arribara a la presidencia a través de un fraude electoral.

Ahora, ante el evidente rechazo que tiene el PAN en el gobierno, pretende utilizar la propuesta del voto nulo para sostenerse en el poder haciendo acopio sólo del voto duro y sin importar el alto grado de abstencionismo. Dos hechos lo demuestran: la reciente Encuesta de Nacional sobre Cultura y Prácticas ciudadanas, realizada por la Secretaría de Gobernación, que revela un amplio malestar ciudadano a las prácticas de gobierno y el llamado que hace la Conferencia del Episcopado Mexicano para “orientar” y concientizar a los mexicanos católicos para que salgan a votar este 5 de julio; cuando todos sabemos por qué partido se habrán de inclinar.
Se puede discutir si un partido es o no de izquierda, pero nadie duda que en la derecha de la geometría política siempre se ha ubicado al PAN, el único y real beneficiario del voto nulo y del abstencionismo. [Yo agrego al PRI como beneficiario del voto nulo y del abstencionismo]

*Las negritas y corchetes son míos.

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