LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

20 sept 2014

CAFÉ CON LECHE, PARA EMPEZAR… (PARTE 1 DE 2)


Y yo os digo, fuerte y claro, el primer orgasmo en el Universo fue la creación del mismo: El Big Bang.
Y cada vez que dos se unen, combinándose de manera extraordinaria, hay éxtasis cósmico; dos estallan creándose mundos nuevos, mejores, atrayentes.
Primera Carta a los Cachondolonicenses 6:9


Érase que se era una mujer en sus tempranos treinta años de edad; profesionista, independiente, divertida, sencilla, inteligente, de buen corazón y alta pasión. Medía 1.70 metros, morena de bronceado perfecto, ojos verdes que te desarman, sonrisa franca y risa envolvente, sus labios invitaban siempre al más dulce y cálido beso, a los más obscenos antojos. Le gustaba vestir cómoda y moderna, su elegancia y sensualidad nunca podían ser cubiertas o disimuladas. Como también le gustaba hacer deporte, su cuerpo se mantenía en forma, bello y suculento, sin caer en la fragilidad terrorífica de la anorexia. Sus pies y manos estaban perfectamente cuidados; su cabello era ondulado y coqueto; sus senos parecían creados por un poeta de lujuriosas letras. Además, si la negra tiene tumbao, ella, Elisa, tenía el doble; es decir, un retumbao que alegraba la vista y hacía fantasear a más de uno.

Resulta pues que Elisa andaba en busca de su media banana. No había caído en la letal desesperación ni en la irreversible decepción, a pesar de que, para su mala y compartida suerte, se había encontrado en su camino con uno que otro patán miserable, con muchos “mucha lengua, pocas nueces”; bueno, a veces ni eso, hasta de lengua experta carecían. No obstante lo anterior, repito, seguía intentando encontrar, o que la encontrara, un hombre que llenara bien sus expectativas, un hombre de su agrado y que mereciera realmente esa denominación. De vez en cuando continuaba accediendo a tener “citas a ciegas” arregladas por alguna amiga, o por alguna acomedida tía o prima, las cuales, la mayoría de las ocasiones, sólo le produjeron horas de aburrimiento o de hartazgo.

Elisa pensaba, se decía a si misma, que su amor amante no había llegado, o no se había cruzado en su camino, no porque ella fuera una exigente frívola o una histérica amargada, sino porque, simplemente, el indicado estaba preparando una aparición sorpresiva. Igualmente, cuando la conversación llevaba a ello, comentaba que lo que buscaba podría resumirse en una lista no del tamaño de una enciclopedia. Una de las principales cuestiones que quería encontrar era un buen amante, en el mejor amplio sentido de la palabra. Alguien que pudiera ser su cómplice, y no juez, sexual; que le ayudara a alcanzar los orgasmos más duraderos e inolvidables; un hombre que pudiera explayarse con ella y viceversa; un hombre melosamente sexy, traviesamente tierno.

Cierto día, Elisa vagaba por las calles del centro de la ciudad. Disfrutaba los paisajes, los aromas agradables y el clima templado que se habían combinado en ese momento. Después de haber bebido un jugo, decidió caminar hacia una librería-cafetería que le gustaba. Empezó a curiosear los distintos libros, a tomar algunos de ellos para revisar sus portadas y contraportadas. De repente, al voltear al pasillo que había quedado de su lado izquierdo, vio un hombre que estaba leyendo, o por lo menos eso aparentaba, una novela histórica. Él medía 1.80 metros, moreno apiñonado, de ojos miel y una complexión atlética que no caía en lo grotesco de fisicoculturistas fanáticos de los esteroides. Su sonrisa era blanca, con una mezcla ideal de picardía con timidez. Ambos se vieron y se sonrieron, sintieron un calor que les coloreaba las mejillas y una especie de electricidad que recorría todos sus cuerpos. Elisa, un poco nerviosa, enredó con dos dedos uno de sus “chinos” cabellos; de manera juguetona lo dejó caer levemente a un lado de su boca. Él, todavía más nervioso que ella, se paró totalmente derecho, sumió el estómago y sacó el pecho, tragó con dificultad algo de saliva y, finalmente, se tocó un poco la barba que había rasurado hacía unos cuantos días.

Los dos querían decirse algo, pero ninguno se animaba. El silencio del momento convirtió en kilómetros los pocos pasos que los separaban. Él, para sorpresa negativa de Elisa, prefirió dar la vuelta y salir hacia las mesas del lugar. Elisa se quedó inmóvil unos segundos, tratando de digerir y procesar lo ocurrido. Posteriormente, pudo darse cuenta que él estaba ya sentado en la cafetería, observándola con cierto disimulo y fingiendo leer un libro que llevaba en su mochila. Elisa, también picada en su orgullo, y como partidaria de derrumbar estereotipos y malas costumbres, tomó aire, se enredó el cabello en una especie de chongo y caminó decidida hacia donde se encontraba el sujeto de su interés despertado. Las plataformas azules de diez centímetros que llevaba sonaban de manera insinuante y armónica, sus nalgas llenaban de manera esplendorosa el pantalón ajustado de mezclilla que traía. Él temblaba no sólo por el miedo de la incertidumbre, por que su timidez combatida por años se hacía nuevamente presente, sino también por un gusto apenas acallado y por un deseo hacia ella que crecía con fuerza.
— Hola, disculpa, vi que estabas checando unos libros que a mí también me gustan, podríamos intercambiar, platicar sobre ellos, no sé, algo así…Y además, me sonreíste, ¿verdad? Por cierto, que bonita sonrisa tienes, pensé que me ibas a hablar, pero que te sales ingrato, ¿Por qué? Si no muerdo, bueno, sin previo aviso jijiji — inició Elisa el acercamiento.
— Jejeje ¿si verdad? Perdón, es que, bueno, sí, pero, bueno, sí quería, sí leo esos libros, están padres, y te vi, y pues, sí… gracias, tú también tienes bonita sonrisa… es que me pusiste muy nervioso… soy tímido aunque no me creas, no supe que hacer, ¡ahh que pena contigo!, este, este, este…—alcanzó a balbucear él, mientras apretaba con fuerzas la portada de su libro y movía de manera muy inquieta su pierna izquierda, como si quisiera taladrar el piso para que se lo tragara la tierra en ese instante.
— Ya, ya no te preocupes, no te pongas nervioso, entiendo, no te estoy regañando, sólo te digo. Oye, ¿pero qué no me vas a invitar a sentarme o qué?—
— Ah sí, sí, perdón, claro que sí, se me estaba pasando, te digo, los nervios… siéntate por favor, me llamo Alejandro Cunnilingus, es que mi papá es griego—
— Ahh gracias, mucho gusto Alex, ¿así te gusta que te digan o Ale? ¿Puedo decirte Alex, verdad?... Fíjate, con parientes griegos el niño. Yo soy Elisa Sánchez Castillo y lo único griego en mí es mi perfil—siguió diciendo Elisa con un guiño y una sonrisa que derritió aún más a Alejandro.
— Jajaja bueno, eso que ni que. Mucho gusto Elisa. Y sí, me puedes decir Alex y así me dicen normalmente. ¿Qué vas a querer tomar? ¿O quieres comer algo? Yo no tengo mucha hambre, pero te acompaño con un postre o con algo de tomar—
— Ok, deja checo la carta y ahorita pido bien, pero… café con leche, para empezar…—

Así estuvieron varias horas conversando, riendo, tomando con y sin alcohol, conociéndose, contándose anécdotas, gustándose mucho mucho más, hasta que llegó la hora de cierre del sitio.
— ¿Por dónde vives? Te voy a dejar o te dejo lo más cerca que quieras, el chiste es que llegues segura a tu casa— dijo Alejandro.
- Vivo por el sur, allá por la Colonia Magisterial. ¿Pero a poco ya quieres irte? ¿No te quieres quedar? Mira que te puede convenir—contestó Elisa con una sonrisa insinuante y unos ojos con un brillo magnético, de tranquilidad vibrante.
— ¿Ah sí? ¿A poco? Pues sí quiero, pero todo depende de que ofrezcas, sería cuestión de que me convencieras jejeje—
— ¿Mucho convencerte? Naaa, tú solo déjate llevar, te va a gustar, si yo te digo que te conviene es porque te conviene. ¿Que mejor garantía que mi palabra? —
— Bueno, eso sí, ¿pero qué tal si al final no me conviene? ¿O qué vas a pensar de mí? No soy un chico fácil, jajajaja—
— Jajajajaja ahora resulta, no te preocupes, nada malo pensaré de ti, ni tiempo te voy a dar de que pensemos jejeje anda, quédate y le seguimos, tú sólo durito y cooperando…—expresó Elisa mientras volvía a sonreírle traviesamente a Alejandro y le daba un beso muy apasionado, con lengua danzante incluida, acompañado de un roce cachondo de pantalón contra pantalón.

Lo más pronto posible, de manera atropellada, llegaron a uno de los moteles nuevos de la ciudad, con habitaciones temáticas; pagaron como pudieron y se dirigieron presurosos al cuarto. Subieron las escaleras besándose sin descansar, tocándose por doquier, aumentando la agitación y fuerza de sus respiraciones. Cada escalón representó también una caricia, un apretón provocador de Alex en las suculentas nalgas de Elisa. Encendieron la luz de manera vertiginosa; miraron de reojo la cama King Size que los esperaba, mientras pegaban más sus cuerpos, se rozaban mutuamente; Elisa agarró fuertemente las nalgas de Alex para que éste le acercara su pene aún más, un pene que se moría por ser liberado plenamente.

En ese momento, ya musicaliza el ambiente la canción “Hot Stuff” de Donna Summers. Alex carga a Elisa, quien se sujeta con sus piernas alrededor de la cadera de aquel. Se apoyan en una de las paredes de la habitación, sus besos son más largos y sensuales. Alex mete la mano en la blusa de Elisa, primero en la parte de abajo, tocando su ombligo, luego en medio de sus senos; los acaricia de lleno y de lado, alternándose; le pasa los dedos por sus pezones para que éstos queden más erectos, más deseosos de él. La baja y ella lo empuja a la cama, se sienta sobre de él y se mueve de adelante hacia atrás cada vez más rápido.
— Quiero que se te ponga más duro, para mí y por mí, mmmm así, sí… ¿te gusta, papi sabroso?—
— Me encanta ricura, dale, más, más—
Mientras sigue montada en él, Elisa se quita la blusa, suelta su bello ondulado cabello, se aprieta sus senos, baja un poco su brassier -36 copa C, de celestial- de encaje morado que lleva, para mostrar un poco de sus aureolas cafés, vibrantes, crecientes. Alex se las acaricia, en círculos, de lado a lado, de abajo hacia arriba. Elisa vuelve a sujetarlas, lo ve pícaramente y toma su seno izquierdo para llevárselo a la boca, lo comienza a lamer por completo, como si fuera un delicioso helado; al mismo tiempo lo masajea, se lo devora; también se da tiempo para conducir una de las manos de Alex hacia el cierre de su pantalón. Alex no rechaza la invitación y lo baja, metiendo sus dedos que encuentran una panty lila húmeda, cálida, excitante. La acaricia de arriba hacia abajo velozmente, a veces se detiene por unos segundos para luego retomar con más ansias y calentura. También la aprieta con sus tres dedos de en medio. Igualmente, introduce éstos en su boca, los saborea y los vuelve a meter en el pantalón de Elisa; deslizándole esta vez un poco la panty para poder tocar su clítoris, al cual le hace varias cosquillas y pequeños masajes circulares y hacia arriba. Elisa siente que su calor se triplica y entonces aumenta la intensidad de los sentones sobre el pene de Alex, quien ya tiene tan mojado el glande que ha humedecido notablemente sus jeans.

(...)

* Trabajo elaborado para el Primer Concurso de Cuentos Pornos organizado por la Terminal de Sexualidad de la Carrera de Sociología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (Agosto 2014)

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