LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

4 jul 2007

LAS FUERZAS ARMADAS (DE CINISMO, DE ARROGANCIA Y DE INHUMANIDAD) DE MÉXICO III

(O, LO QUE ES LO MISMO,LAS ACCIONES DE LAS FUERZAS DESALMADAS DE MÉXICO)


Con la intención de recordar otras "grandes acciones" ejecutadas por los miembros de las fuerzas arriba referidas, aquí les dejo, en primer lugar, la transcripción de un reportaje de Arturo Rodríguez García, el cual fue publicado en las páginas 20-21 del Proceso número 1584(11/03/O7) [Por lo tanto, CISA-editora de Proceso- es la titular exclusiva de todos los derechos relacionados con el mismo]

Después les presento la transcripción de un reportaje de Regina Martínez, el cual fue publicado en las páginas 24-25 del Proceso número 1589(15/04/O7) [Por lo tanto, CISA-editora de Proceso- es la titular exclusiva de todos los derechos relacionados con el mismo]

SENTENCIA EN PUERTA

ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA

SALTILLO, COAH.- El caso de los militares presos por la violación de 14 mujeres en la zona de tolerancia de Castaños en junio del año pasado se acerca a su fase final: el próximo lunes 26 se realizará una reconstrucción de hechos, lo que permitirá al juez que está al frente del proceso contar con elementos suficientes para emitir su sentencia definitiva en un plazo no mayor de tres meses.

Sin embargo, las víctimas se sienten indefensas, por que, dicen, tanto ellas como los activistas que las asesoran reciben amenazas, y también les pesa la actitud del juez Hiradier Huerta, quien determinó que no existían las pruebas suficientes para culpar a uno de los soldados implicados, por lo que ordenó su puesta en libertad.

Además, las denunciantes aseguran que durante las diligencias acuden al juzgado autoridades ajenas al caso y se mantienen en contacto con la defensa de los acusados.
Y para el colmo el viernes 2, Wendy y Nubia, dos de las bailarinas agredidas, se desistieron de la demanda.

El de Castaños es el primer juicio que se sigue en el país fuera de los tribunales castrenses contra militares por el delito de violación. Los hechos ocurridos el 11 de julio de 2006 se consignan en 14 expedientes judiciales; cada uno consta de más de mil fojas, en las que se detallan las acciones de dos pelotones del 69 Batallón de Caballería asignados a una sede distrital del Instituto Federal Electoral (IFE) para cuidar paquetería electoral.

Ese día, de acuerdo con las indagatorias, los soldados se enteraron que dos de sus compañeros se habían emborrachado en un salón llamado El Pérsico, ubicado en la zona de tolerancia de Castaños, donde posteriormente tuvieron una riña. De inmediato la tropa abordó un vehículo Hummer para dirigirse al lugar.

Al llegar, los soldados tundieron a los policías municipales que hacían guardia en el tugurio y a quienes intentaron auxiliarlos.
Dispararon al aire y obligaron a las bailarinas del local a desnudarse, y las llevaron a cuartos donde las violaron, y luego, las condujeron al terreno despoblado donde las abandonaron. Varias fueron penetradas hasta por seis uniformados, algunas quedaron inconscientes. Poco después arribó a la zona de tolerancia otro Hummer con más militares, quines no participaron en los desmanes pero sí consumieron bebidas alcohólicas.

Los comandantes de la Sexta Zona Militar, Rubén Venzor Arellano, y de la XI Región Militar, Roberto Miranda, fueron removidos de sus puestos a raíz de estos hechos. Y cinco semanas después, el 17 de agosto de 2006, ocho de los 12 implicados en las violaciones fueron recluidos en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Monclava, entre ellos el sargento Juan José Gaytán Santiago, identificado por las querellantes como el que daba las órdenes para que la tropa acometiera contra las bailarinas indefensas.

Los otros siete detenidos son Norberto Carlos Francisco Vargas, Ángel Antonio Hernández Niño, Roberto González Estrada, Omar Alejandro Rangel Fuentes, Fernando Adrián Madrid Guardiola, Casimiro Ortega Hernández y Rosendo García Jiménez.

El juez Hiradier Huerta, del Juzgado Segundo en materia penal, con sede en Monclava, integró las averiguaciones previas de manera individual y en las cuales las víctimas identificaron plenamente a sus agresores.

En el caso del soldado Héctor Méndez de la Cruz, el juez Hiradier Huerta determinó que no existían pruebas suficientes en su contra, por lo que lo dejó en libertad, según los expedientes judiciales a los que tuvo acceso Proceso.

OTRA VIDA ROTA

REGINA MARTÍNEZ

SIERRA DE ZONGOLICA, VER.- María del Carmen es una joven indígena de 17 años, cinco de los cuales ha vivido con miedo a perder a su pequeña hija, nacida de una violación cometida por militares.

Esta adolescente fue atacada por soldados en un paraje de su comunidad, cuando caminaba hacia Zongolica para asistir a la escuela. Cursaba el primer año de secundaria y tenía 12 años.

Era febrero de 2001, llovía y estaba nublado. La vereda que recorría diariamente estaba lodosa. Entonces se topó con los militares (“creo que eran dos”, recuerda) que la detuvieron, le ataron las manos, la arrastraron hacia el monte, rompieron sus ropas íntimas y la ultrajaron.

Los recuerdos le duelen, sus manos tiemblan. “Tenía mucho miedo por las cosas que me hicieron, muy feas, de verdad, estaba muy chamaca”… Llora.

“Quizás me quieran quitar a mi hija, hacerme daño o a mi familia. Por eso ya quiero dejar en el pasado todo esto, lo quiero olvidar”, dice.

Pero como presuntos reporteros llegaron a su casa con cámaras de video para que les “contara todo lo que habían hecho los militares” –y se dijeron enviados por los dirigentes de la Organización Indígena Náhuatl de la Sierra de Zongolica (OINSZ), pero no era cierto- Carmen decidió platicar con Proceso a condición de resguardar su nombre completo y la ubicación de su comunidad. Es para “protegerla a ella y a su bebé”, precisa la asesora jurídica de la OINSZ, Celfa Méndez.

Y es que el temor a los militares se ha incrementado tras la violación de Ernestina Ascencio Rosario, el 25 de febrero pasado.

-¿Cómo sucedió? –se le pregunta a pesar de todo.
-Pues así nomás. Creo que eran dos.
Me hicieron cosas muy feas y no sé cómo tienen relaciones sexuales las personas, pero me agarraron las manos, me cargaron y me tiraron en el monte. Me lastimaron. Y como tenía el uniforme de la escuela, me subieron la falda y así abusaron, como animales.

Fragilidad

La madre de María del Carmen murió cuando ella tenía un año de edad y por eso vivía sólo con su padre. Le ocultó el ultraje.
“Tenía mucho miedo de decirle lo que me había pasado, me iba a golpear y a correr de la casa diciendo que yo tenía la culpa”, explica.

Tenía ocho hermanos casados, pero la niña prefirió confiar en su madrina Cande. Ella, presente en la entrevista, recuerda que esa tarde llegó Carmen llorando:
“La vi espantada y le pregunté: ¿qué te pasó? Venía llena de lodo, con el uniforme manchado y hasta pensé que su papá le había pegado, porque tiene un carácter muy fuerte.
“Me dijo que la habían atacado unos soldados, pero me pidió que no le contara nada a su papá. La verdad yo tampoco le dije nada a mi compadre, porque sí la podía correr de su casa y ¿adónde iba a ir la pobre chamaca? ´Pasaron sobre mí’, me dijo, y yo le pregunté: ¿cómo son? Y ya me contó que estaban vestidos de soldados”.

Ese día, por la mañana, doña Cande vio pasar un grupo de militares por su comunidad, vecina a la de María del Carmen. “Eran muchos”, refiere.

Meses después, dice, “me di cuenta cuando ya iba a nacer mi niña, en los momentos que sentí que brincaba adentro de mi panza”. Apenas tres meses antes del ataque, había tenido su primera menstruación. “No sabía nada, pero la regla se me había detenido y empecé a sentir movimiento en mi panza, entonces me dio mucho más miedo”, rememora. Nuevamente pidió apoyo a doña Cande para que juntas le contaran a su padre de la violación y el embarazo.

Sus primeros temores se confirmaron.
“Mi padre gritó y preguntó quién era el padre. Le tuve que confesar que algunos soldados habían pasado sobre mí. No me creyó, dijo que yo tenía la culpa y me echó a la calle”.

Su madrina no pudo ayudarla. “Mi casa está muy chiquita, tengo muchos hijos y de dónde iba a sacar para atenderla también a ella”, se justifica doña Cande. Pero recurrió a los dirigentes de la OINSZ.

Tres meses después de que nació la hija de Carmen, a principios de 2002, la dirigencia de la OINSZ, encabezada por Juan Carlos Mezhua Campos y Celfa Méndez, gestionó una reunión con el entonces gobernador Miguel Alemán a fin de solicitarle que intercediera “para que los altos mandos de campo del Ejército se coordinaran con las autoridades civiles y así evitar más abusos en la región”

Ahí, dice, Mezhua Campos, “le comentaron al gobernador Alemán lo que le había sucedido a la niña y se comprometieron a que la iban ayudar para que al menos viviera con tranquilidad”. En esa ocasión le presentaron a Alemán 20 casos de abusos cometidos de militares contra civiles de la sierra de Zongolica. El más grave, subraya el ahora dirigente del PRD, “fue la violación de la niña de 12 años que quedó embarazada”

La respuesta oficial: le hicieron un análisis médico a María del Carmen y le detectaron anemia; luego le dieron despensa y algo de ropa para el bebé.

Días después, cuando el padre de Carmen ya había aceptado el regreso de María del Carmen con su hija, en su casa “irrumpió un grupo de 20 soldados armados, amenazando y atemorizando a la víctima y a su familia”, señala Mezhua.

La adolescente recuerda que los militares “se metieron hasta el terreno donde yo estaba trabajando. Había un aguacero. Me tomaron fotos. Corrí por mi niña, la tapé con una colcha y salí corriendo para esconderme, pero me siguieron.
“Me dijeron que los dejara en paz, porque yo los estaba perjudicando al decir que me habían violado. Decían que ya no siguiera con esto. Yo no les contesté ninguna palabra, solamente me quedé agachada, abrazando a mi niña, y ellos seguían tomándome fotos”.

Para colmo, su papá la emprendió contra ella: “Comenzó a discutir conmigo y me dijo que yo tenía la culpa por haber ido a hablar de mi problema con las autoridades. Por ese motivo ya no quería hablar de ello, hasta que llegaron esos reporteros que me querían entrevistar. Me dio mucho miedo y no les dije nada”.

La abogada Celfa Méndez no descarta que los propios militares “quisieran entrevistarla para ver si continúa acusándolos de violación”. Y afirma: tras denunciar este caso, “los soldados rondaban mi casa, tomaban fotografías de quien entraba y salía”.

Debido a su temprana maternidad, María del Carmen dejó la escuela. Su hija, de cinco años tiene asma, pero ella trabaja en los sembradíos de hortalizas y las vende en el mercado. Lo hace, dice, “para sacar un poco de dinero y comprarle sus cosas a mi niña, sus zapatos, el uniforme… Y de las faenas de la escuela yo me encargo, pongo mi mano de obra para que ella siga estudiando”.

Con orgullo subraya: “Estoy luchando para sacarla adelante. Ya va a salir del jardín de niños y espero mandarla a la primaria”

Cuando se agrava la enfermedad de la niña, Carmen no siempre tiene dinero para llevarla al doctor, que cobra entre 400 y 500 pesos por consulta, aparte del costo de las medicinas. “Me dicen que la lleve con un especialista –admite-, pero, ¿de dónde, si apenas nos alcanza para ir viviendo?”.

Ahora, la esperanza de María del Carmen es irse a trabajar a otro lado:
“Quiero seguir adelante, pagarle los estudios a mi hija. Si puedo la meto a la primaria, pero sobre todo quiero ver por su salud, ya que se me enferma mucho, y así olvidar todo lo feo que a mí me pasó”.

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