LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

27 ago 2007

LAS LEYES FUNDAMENTALES DE LA ESTUPIDEZ HUMANA II


LA SEGUNDA LEY FUNDAMENTAL

Las tendencias culturales que prevalecen hoy en día en los países occidentales favorecen una visión igualitaria de la humanidad. Se prefiere pensar en el hombre como producto de masa de una cadena de montaje perfectamente organizada. La genética y la sociología, sobre todo, se esfuerzan por probar, con una cantidad impresionante de datos científicos y formulaciones, que todos los hombres son iguales por naturaleza, y que si algunos son más iguales que otros, esto ha de ser atribuido a la educación y al ambiente social, y no a la Madre Naturaleza.

Se trata de una opinión extendida que personalmente no comparto. Tengo la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, de que los hombres no son iguales, de que algunos son estúpidos y otros no lo son, y de que la diferencia no la determinan fuerzas o factores culturales sino los manejos biogenéticos de una inescrutable Madre Naturaleza. Uno es estúpido del mismo modo que otro tiene el cabello rubio; uno pertenece al grupo de los estúpidos como otro pertenece a un grupo sanguíneo. En definitiva, uno nace estúpido por designio inescrutable e irreprochable de la Divina Providencia.

Aunque estoy convencido de que una fracción de Є de seres humanos es estúpida, y de que lo es por designio de la Providencia, no soy un reaccionario que pretende introducir de nuevo furtivamente discriminaciones de clase o raza. Creo firmemente que la estupidez es una prerrogativa individual de todos y de cualquier grupo humano, y que tal prerrogativa está uniformemente distribuida según una proporción constante. Este hecho está expresado científicamente en la Segunda Ley Fundamental, que dice que:
La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.

A este propósito, la naturaleza parece realmente haberse superado a sí misma. Es archisabido que la Naturaleza, de un modo más bien misterioso, actúa de tal manera que mantiene constante la frecuencia relativa de ciertos fenómenos naturales. Por ejemplo, tanto si los hombres se reproducen en el Polo Norte como en el Ecuador, si las parejas que se unen son desarrolladas o subdesarrolladas, si son negras, rubias, blancas o amarillas, la proporción varón-mujer entre los recién nacidos es constante, con un ligero predominio de los varones. No sabemos de qué manera la Naturaleza obtiene este extraordinario resultado, pero sabemos que para obtenerlo debe operar con grandes números. El hecho extraordinario acerca de la frecuencia de la estupidez es que la Naturaleza consigue actuar de tal modo que esta frecuencia sea siempre y dondequiera igual a la probabilidad e, independientemente de la dimensión del grupo, y que se dé el mismo porcentaje de personas estúpidas, tanto si se someten a examen grupos muy amplios como grupos reducidos. Ningún otro tipo de fenómeno objeto de observación ofrece una prueba tan singular del poder de la Naturaleza.

La prueba de que la educación y el ambiente social no tienen nada que ver con la probabilidad Є nos la han proporcionado una serie de experimentos llevados a cabo en muchas universidades del mundo. Podemos clasificar la población de una universidad en cuatro grandes grupos: bedeles, empleados, estudiantes y cuerpo docente.

Cada vez que se analizó el grupo de bedeles se halló que una fracción de Є eran estúpidos. Teniendo en cuenta que el valor de Є era más elevado de lo que se esperaba (Primera Ley), se juzgó, de entrada, pagando el tributo a las modas en curso, que era debido a la pobreza de las familias de las que se generalmente proceden los bedeles, y también a su escasa instrucción. Pero al analizar los grupos más elevados se encontró que el mismo porcentaje dominaba también entre los empleados y los estudiantes. Más impresionantes todavía fueron los resultados obtenidos entre el cuerpo docente. Tanto si se analizaba una universidad grande como una pequeña, un instituto famoso o un desconocido, se encontró que la misma fracción de Є profesores estaba formada por estúpidos. Fue tal sorpresa ante los resultados obtenidos que se resolvió extender las investigaciones a un grupo especialmente seleccionado, a una auténtica “elite”, a los galardonados con el premio Nobel. El resultado confirmó los poderes supremos de la Naturaleza: una fracción Є de los premios Nobel estaba constituida por estúpidos.

Este resultado es difícil de aceptar y digerir, pero existen demasiadas pruebas experimentales que confirman su validez. La Segunda Ley Fundamental es una ley de hierro, y no admite excepciones. El Movimiento por la Liberación de la Mujer apreciará en todo su valor la Segunda Ley, por cuanto esta ley demuestra que los individuos estúpidos son proporcionalmente tan numerosos entre los hombres como entre las mujeres. La población de los países del Tercer Mundo hallará consuelo en esta Segunda Ley, en la medida en que demuestra que los pueblos llamados “desarrollados” no son al fin y al cabo tan desarrollados. Guste o no guste esta Segunda Ley Fundamental, en cualquier caso sus implicaciones son diabólicamente inevitables. Tanto si uno se dedica a frecuentar los círculos elegantes como si se refugia entre los cortadores de cabeza de la Polinesia, si se encierra en un monasterio o decide pasar el resto de su vida en compañía de mujeres hermosas y lujuriosas, persiste el hecho de que deberá siempre enfrentarse al mismo porcentaje de gente estúpida, porcentaje que (de acuerdo con la Primera Ley) superará siempre las previsiones más pesimistas.

Continuará...

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