LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI

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9 nov 2015

PÚBLICOS Y COMUNITARIOS, MEDIOS HERMANOS EN LA DEMOCRATIZACIÓN DE LA SOCIEDAD MEXICANA PARTE II

Si tuviera que decidir si debemos tener un gobierno sin medios de comunicación o medios de comunicación sin gobierno, no dudaría en preferir lo segundo.
Paráfrasis de THOMAS JEFFERSON. Político estadounidense.


Diferentes involucrados en la materia han señalado, sin estar alejados de la realidad, que ha habido un abuso o banalización del término medio público, nombrando como tal, de manera irresponsable y simplista, a cualquier órgano o institución comunicacional no perteneciente a particulares o; distorsionando el concepto, el debiera ser del caso, insistiendo – ya sea por ignorancia o malicia, ya sea en los dichos o en los hechos - en adjudicarle y fortalecerle a los medios públicos características no propias, no correctas y no favorables.

Tradicional y mayoritariamente se ha creído que los medios públicos de comunicación son los medios gubernamentales o de gobierno (federal principalmente) y que sólo transmiten cuestiones aburridas de índole política y cultural o las versiones – generalmente mentirosas - de los hechos de las administraciones en turno. Es decir, un gran número de personas utiliza y concibe ambos términos como sinónimos o realidades idénticas. Lo anterior es un lamentable error, el cual ha sido mantenido y alimentado también por intereses condenables de distintos empresarios mediáticos y gobernantes corruptos y/o cortos de miras.

Efectivamente, un típico medio gubernamental u oficial (que mas bien es oficioso de la clase en el poder) sólo responde a los deseos, caprichos y objetivos de la misma; transmitiendo propaganda o panfletos y contenido seudocultural y cansino; ignorando o callando al gran grueso de la población; ocultando o manipulando información; monopolizando la comunicación de la nación que debiera ser plural y; haciendo historia en el sentido de alterar a su conveniencia el relato de la misma; modificando para su beneficio la gestación, análisis, transmisión y reproducción de las relaciones de poder o de las interacciones de múltiple naturaleza que se dan al interior de una sociedad.

Por ende, para desgracia y atraso de la sociedad mexicana, en la mayoría de las ocasiones, los medios de comunicación que han estado a disposición de los gobiernos, o cuyo financiamiento proviene preponderantemente del presupuesto público, o sobre los cuales las diversas instituciones del Estado mexicano ejercen control directo, sólo han sido voceros de unos cuantos, de los ocupantes transitorios de las posiciones de poder y de sus aliados e ilegítimos beneficiarios; no otorgándoles pantalla, micrófonos o tinta a los demás integrantes de nuestro México, mucho menos a los disidentes u opositores a sus planes y acciones, haciendo prevalecer sólo un tipo de opinión (la aduladora acrítica); un único discurso (maniqueo) y; una sola forma de ver la vida y nombrar al mundo (marcadamente neoliberal e individualista, sobre todo en las últimas tres décadas); provocando con todo ello un autoritario silencio de las demás voces y de sus justas y necesarias demandas, así como un doloroso desperdicio de diferentes conocimientos, sensibilidades y narrativas en acción generadoras y correctivas de proyectos nacionales de significativas consecuencias.

Los medios públicos de comunicación nunca más deben ser usados como simples repetidores de las expresiones y visiones de los gobernantes en turno; nunca más deben ser simples reproductores de boletines y mensajes vacíos, cínicos o socialmente inútiles; tampoco deben actuar como plataformas de contenidos que no contribuyen a la democratización y evolución cultural de un pueblo ni a la formación/consolidación de una sana identidad nacional y de una opinión pública ágil, bien informada, consciente y en favor de libertades y derechos. Así mismo, los medios públicos nunca más tienen que emplearse para “linchar” o satanizar a los adversarios del régimen ni como grotescas caricaturas de lo peor de la programación de los medios comerciales. Los medios públicos (así como comunitarios y privados) que se respeten nunca deben dejar de ser la punzante crítica constructiva, o “potente piedrita en el zapato”, de cualquier gobierno, sin importar la ideología o carisma de éste.

Por otro lado, si nos sujetamos a una interpretación o a un método de conceptualización poco creativos o hasta cínicos, podríamos decir que todo medio de comunicación es público o tiende a ello, ya que, fundamentalmente, intentan hacer llegar sus contenidos al mayor número de receptores (hacerse de un público); lo que generan no tiene un destino exclusivamente interno o para unos pocos. Es decir, los medios de comunicación de las tres grandes categorías o sectores existentes (público, comunitario y privado), vistos desde esa óptica, no operan ni se diferencian como sucede, por ejemplo, entre un transporte privado y un público, donde se procura - en el caso del primero - limitar su uso, alcance y utilidad al menor número posible de personas, mientras que el segundo tiene un uso y utilidad masivos y un alcance mucho más grande.

La reflexión anterior se complementa enunciando que los verdaderos medios privados de comunicación contemporáneos son el teléfono fijo y móvil; la mensajería instantánea; algunas funciones de redes sociales; el correo postal y electrónico; el fax y; el telégrafo.

¿Cómo denominar correctamente a los medios en cuestión si, como ya se dejó entrever líneas atrás, todos los periódicos, revistas, estaciones de radio y canales de televisión, al buscar un amplio número de destinatarios y difundir lo más masivamente posible sus contenidos, pudieran considerarse públicos?; ¿Es totalmente adecuado llamarlos medios públicos si prácticamente todos los medios de comunicación deben prestar un servicio público, realizando una actividad de interés público y/o explotando un bien público (en el caso de los concesionarios del espectro radioeléctrico)?; ¿Cómo referirse a ellos sin caer nuevamente en conceptualizaciones deficientes o en terminologías tradicionales que, además de confusas, no contribuyen a nuevas y mejores dinámicas y realidades? y; ¿Cómo definirlos? Preguntas todas que conforman un atractivo reto.

Diferentes voces podrían expresar que los señalados como auténticos medios privados de comunicación no son tales, o que la denominación públicos se impone, salvándose cualquier confusión, si a la telefonía, el Internet, etc. se les sigue agrupando, invariablemente, como telecomunicaciones. Se les recuerda a esas voces que tele es un prefijo de origen griego que significa “a distancia” el cual, en el caso de la radiodifusión (radio y televisión), es más que aplicable, teniendo como consecuencia que esos medios sean también, en gran parte, comunicaciones a distancia o telecomunicaciones. Además, entonces, ¿dónde quedan la radio y la televisión por Internet o la transmisión de datos y voz directamente a la pantalla del televisor o cualquier otra combinación que proporcionen los avances vertiginosos de la tecnología y la convergencia digital? Insisto, tremendo reto.

Propongo llamar medios patrios de comunicación a los medios mayormente aludidos en el presente ensayo, sin dejar de reconocer que públicos es el término que hasta el sol de hoy, no obstante todo lo ya señalado a lo largo de esta exposición, mejor ha englobado a esos entes comunicacionales y ha sido la denominación que más se ha acercado a ser la enteramente correcta; siendo también la forma más aceptable de conceptualizar el ideal que se aspira alcanzar en el caso de esos medios.

Considero que la palabra Patria, y las derivaciones de la misma, constituyen, desde distintos puntos de vista (ético, teleológico, sociológico, psicológico y simbólico), una mucho mejor opción para nombrar a los medios públicos, ya que sirven idóneamente para conjuntar y manifestar metas y dinámicas mucho más deseables y loables que las actuales de los medios de gobierno (o de otras instituciones públicas). La Patria y lo patrio son conceptos de mayor motivación, significado y trascendencia para un gran número de habitantes de un país. Amalgaman muy bien todo lo que envuelve al pueblo o sociedad y al Estado. Igualmente, van más allá - en términos de solidaridad,
afectividad, identidad y aceptación colectiva - que la palabra Nación. Por supuesto, también son más accesibles o sencillos, mucho más democráticos, populares y legitimados que los relativos a Estado y gobierno.

Defino a los medios patrios o públicos de comunicación como aquellos diversos soportes o plataformas de ideas, mensajes y contenidos - visuales, auditivos o audiovisuales – económicamente estables, sin ánimo de lucro, e independientes en su gestión, cuyos fines principales son contribuir a mejorar la educación, cultura y democratización de una sociedad; formar una identidad solidaria y provechosa de una comunidad nacional plural y; transmitir o consolidar valores éticos universales; en los cuales participan activa y decisivamente los diferentes grupos de la población del país y que son creados, administrados y financiados – de una manera notoria pero no exclusiva - por órganos, instituciones y Poderes del Estado mexicano.

CONTINÚA...

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